Macrogranjas; Entre la Crueldad y la Injusticia Social
Hay intereses en convertir nuestro país en una fábrica de carne barata y de baja calidad, con la única finalidad de la búsqueda de beneficios rápidos sin importar las consecuencias sociales ni medioambientales que esto puede llegar a provocar, definiendo un modelo de producción perverso, donde la corrupción y el mercadeo especulativo marcan las reglas de un juego desalmado.
Un modelo de producción de alimentos que cada vez se aleja más de la ganadería y agricultura sostenibles, en los que cada pueblo pueda producir y acceder a alimentos de una manera adecuada, conforme a los cultivos, a la ganadería y a la alimentación tradicional .
Un modelo que trae consigo graves impactos socioambientales, tanto en los lugares de cultivo de la soja ( deforestación de áreas de selva para implantar el cultivo de soja y maíz transgénicos, desplazamiento de poblaciones y comunidades indígenas, fumigaciones masivas y descontroladas con agrotóxicos, la mayor de las veces glifosato, producto cancerígeno y teratogénicos), como en los territorios donde se implanta este modelo agroindustrial: Contaminación del agua, del aire, pérdida de biodiversidad, despoblación progresiva de las zonas rurales. a cambio puestos de trabajo precarizados y alejados de la más mínima calidad. Mientras, poco a poco, se van cerrando las granjas tradicionales familiares con la pérdida de todos los servicios ecosistémicos asociados a los sistemas ganaderos extensivos, inmersos en unos entornos naturales que las propias ganaderías familiares han contribuido a conformar a lo largo de generaciones.
Se calcula que el modelo de producción ganadera industrial representa entre el 15 y el 30% de las emisiones mundiales de gases con efecto de invernadero. además, una cantidad enorme las enfermedades infecciosas provenientes de patógenos de animales criados industrialmente .
Las grandes corporaciones productoras y procesadoras de carne en el mundo son las compañías más corruptas en las cadenas alimentarias: acusadas de sobornos, de asociación delictuosa, engaño en el peso y el precio, daños contra la salud pública. Empresas que pagan miles de millones de euros en multas por ruido, contaminación por desperdicios y plagas o porque tienen que retirar sus productos por irregularidades sanitarias.
De la misma manera el 80% de las tierras de cultivo de todo el mundo y el 60% de la pesca mundial están enfocadas a la producción de materias primas para la alimentación de animales estabulados en interminables almacenes industriales donde se alojan millones de animales que serán destinados a la alimentación de los países ricos del planeta, en un modelo que reproduce los patrones de explotación del capitalismo más voraz y que genera fracturas en los tejidos sociales y culturales, violentando la vida pacífica de los pueblos, contaminando la naturaleza y potenciando la crueldad y explotación animal.
La industrialización de la ganadería genera incontables amenazas al medio natural, a la salud humana, al bienestar y calidad de vida de los animales y a los propios medios de subsistencia de las zonas rurales donde se implanta.
Los miles de millones de animales de las grandes granjas de todo el mundo deben ser alimentados. Grandes extensiones se deforestan para cultivar cereales transgénicos para pienso, una enorme cantidad de combustibles fósiles se utiliza para transportar el grano, para acarrear los animales hasta el matadero, para llevar la carne a la mesa de las clases medias blancas, lo que contribuye a mayores emisiones de C02.
Los purines animales almacenados en balsas a cielo abierto emiten, a mayores, gases nocivos, incluido el amoníaco, y hay vertidos que contaminan la tierra y el agua. De hecho, este sigue siendo un problema importante en España, uno de los principales productores de carne de cerdo del mundo.
El uso estándar de antibióticos en las granjas industriales, simplemente para mantener vivos a los animales en condiciones de hacinamiento, permite que las bacterias desarrollen cada vez más resistencias consiguiendo que muchos antibióticos ya no sean utilizables para los tratamientos de enfermedades humanas.
La ciencia ha demostrado de manera concluyente que las vacas, los cerdos, las aves de corral y todos los demás animales de granja son seres sensibles, capaces de sentir emociones como la desesperación, el miedo y, por supuesto, el dolor. De hecho, por amplia mayoría el Parlamento español acaba de aprobar una ley que reconoce que los animales domésticos como perros o gatos son seres sintientes, pero esto es cierto también para otros animales, como cerdos, vacas o aves explotadas, o toros todavía torturados. La magnitud de su sufrimiento es casi inimaginable… miles de millones de animales incapaces de expresar su comportamiento natural o de escapar del cruel destino que se les impone.
En España hay en la actualidad 3.738 macrogranjas destinadas a la cría y engorde intensivo de aves de corral, de cerdos, sin sumar las de vacuno que se notifican al registro oficial, según los datos Registro Estatal de Emisiones y Fuentes Contaminantes (PRTR). Representan entre el 1% y 3% de todas las explotaciones que tenemos en nuestro país. Se extienden por casi todo el país aunque las 3 comunidades con mayor porcentaje de cría intensiva son Cataluña, Aragón y Castilla y león.
1.372 municipios en el Estado, tienen instalada actualmente en su superficie al menos una de estas grandes instalaciones de ganadería intensiva. Es decir, en el 16,9% de todos los municipios del país con especial incidencia en las comunidades autónomas de Aragón y Cataluña y en las zonas con mayor despoblación.
Fuente :DATADISTA Localización de granjas de gran tamaño del sector avícola y del porcino que declaran emisiones en España
Aunque en nuestro país no exista a nivel legislativo el término “macrogranja”, en la práctica, las instalaciones con más de 40.000 plazas de gallinas ponedoras, más de 2.000 cerdos de cebo de más de 30 kilos, más de 750 cerdas reproductoras o más de 725 vacas de ordeño o 1.400 terneros para carne tienen la obligación de estar dados de alta en este registro para comunicar sus emisiones anuales y disponer de una Autorización Ambiental Integrada (AAI) positiva. En la actualidad está en tramitación un cambio normativo para incluir también a las grandes instalaciones de ganado bovino intensivo en este registro.
Las grandes fábricas de porcino emitieron en 2020 el 8,16% del total de emisiones de amoniaco emitidas en España con 39.477 toneladas. Respecto al metano, las macrogranjas de porcino emitieron 99.000 toneladas, el 20,4% del total del metano emitido en España.
En este contexto, como han opinado las organizaciones ambientalistas, deberíamos exigir que el Gobierno de España se alinee con los marcos legislativos internacionales e impulsar cuatro medidas:
1. Declarar inmediatamente una moratoria a cualquier proyecto nuevo o a la ampliación de explotaciones de ganadería industrial, así como los que se encuentran en tramitación.
2. Establecer un diálogo social con la participación del sector ganadero extensivo y de la sociedad civil para el diseño de la estrategia de transformación del sector, de forma que vaya reduciendo de manera paulatina la ganadería industrial hasta su total desaparición e incorpore sus externalidades negativas en la fiscalidad. Dicha transición en favor de la ganadería extensiva se puede y debe apoyar aprovechando los fondos de recuperación poscovid y la futura PAC.
3. Desarrollar un marco normativo, comercial (etiquetado explícito) y fiscal que permita diferenciar y favorecer la ganadería extensiva, en políticas y mercados.
4. Aprobar una estrategia estatal para apoyar la ganadería extensiva, que elimine las barreras que afronta y asegure el futuro del sector mejorando su competitividad en el mercado mediante desgravaciones a los modelos extensivos por su contribución al bienestar de la sociedad en su conjunto.
Emilio Alba SIMIENTE DISIDENTE
Ilustración encabezado: Alex Romera
Publicado en el periódico de la CNT