Energías para la transición. Reflexiones y relatos
Para las personas adultas que habitamos este planeta actualmente, los cambios acelerados y los efectos impredecibles marcan el compás de la vida que llevamos. Entre nuestra generación y la anterior se abren enormes brechas culturales y tecnológicas, de la misma forma que entre la nuestra y la siguiente. Las historias de las abuelas parecen leyendas de otra era, como quizás sonarán las que les contemos a los pequeños de hoy: un mundo sin internet apenas podrá ser concebido en sus cabecitas. Sin embargo, para las generaciones que estrenan su edad adulta hoy, el cambio y la aceleración ya no tienen el dulce sabor de la novedad, ya no prometen un futuro mejor. Nos enfrentamos a un mundo que se sacude cada vez con síntomas más crónicos del deterioro de los cuerpos de la naturaleza.
Los cuerpos de la naturaleza son los nuestros, de las personas, pero también de los animales, de las plantas, de los seres inanimados; son también de escalas mayores, incluyen ecosistemas y los lazos entre ellos. Los cuerpos de la naturaleza se entretejen y co-evolucionan, enfrentan tensiones y desarrollan equilibrios. Los cuerpos de la naturaleza se diversifican y reproducen condiciones de vida. Hay, por lo tanto, cuerpos visibles y cuerpos invisibles; tangibles e intangibles. Los seres humanos hemos aprendido a entender e interpretar muchos de ellos y en distintas culturas y a interactuar con sus ciclos para asegurarnos alimento, por ejemplo. En los últimos siglos, sin embargo, los humanos hemos transformado profundamente los ecosistemas y todos los cuerpos de la naturaleza; para ello no solo ha sido necesaria la capacidad intelectual de nuestra época, sino la disponibilidad de la energía, específicamente, la que nos proporcionan los combustibles fósiles.


La energía es un actor mudo o en extremo tímido en los libros de historia y en los relatos de la educación formal. Actores protagónicos son, muchas veces, grandes estadistas y héroes valientes con grandes ideas e ideales. Pocas personas concebimos que la energía que nace del sol y que reproducen los cuerpos de la naturaleza es el caudal que arrastra con velocidad a las civilizaciones y que ha permitido a algunas de ellas dominar grupos humanos diferenciados por género, raza y clase, así como a los demás cuerpos de la naturaleza. Los descubrimientos de las nuevas fuentes de energía o el agotamiento de ellas han marcado el surgimiento y la caída de las civilizaciones.
Este libro ofrece reflexiones alrededor de transiciones necesarias para enfrentar las causas estructurales de la crisis socioecológica y las conexiones entre ellas. Los enfoques analíticos y sensibles que brinda este libro nos muestran caminos muy fructíferos para transitar hacia mundos en los que las nuevas generaciones puedan disfrutar del restablecimiento de relaciones armoniosas entre la energía y los cuerpos de la naturaleza. Invitamos, entonces, a permitir que el abanico de posibilidades que nos presentan las autoras germine en nuestros pensamientos y en nuestras acciones. Queremos continuar y sumar nuevas voces a las conversaciones sobre la identidad del sacrificio- pero también del cuidado- de los territorios con el de nuestros propios cuerpos: unos y otros se enferman juntos y ambos se sanan al tiempo.
Natalia Ordúz Salinas
Fundación Heinrich Böll Colombia