Atlas Mundial de la Carne 2021: es hora de repensar lo que comemos
La carne es barata en el supermercado, pero el daño al clima, a los animales, a la salud y a los granjeros es inmenso. Los expertos piden un cambio de rumbo, el atlas de la carne muestra los hechos.
La ciencia lleva más de una década insistiendo en que para ser respetuosas con el clima y la biodiversidad, las dietas deben reducir a menos de la mitad la carne consumida hoy día en los países industrializados. Sin embargo, todavía estamos lejos de un cambio ambicioso y concreto de las políticas agrícolas y alimentarias para abordar la crisis climática. El sector de la alimentación y la agricultura de los países industrializados, responsable de un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, está lejos de hacer lo necesario para reducirlas.
El sector de la alimentación y la agricultura de los países industrializados, responsable de un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, está lejos de hacer lo necesario para reducirlas. La demanda de carne en todo el mundo sigue aumentando debido al crecimiento económico y de población, aunque a menor ritmo que hace diez años.
“La producción industrial de carne no solo es responsable de unas condiciones de trabajo precarias, sino que además expulsa a gente de sus tierras y alimenta la deforestación, el uso de pesticidas y la pérdida de biodiversidad. Es uno de los principales responsables de la crisis climática”, dijo Barbara Unmübig, de la Fundación Heinrich Böll, en la presentación del Atlas Mundial de la Carne 2021 en Berlín.
En las 50 páginas de esta publicación, los expertos analizan las tendencias de la producción de carne y sus consecuencias para la salud humana y el medio ambiente. El atlas ha sido publicado por esta fundación vinculada con el partido alemán Los Verdes, la organización ecologista BUND y la revista Le Monde Diplomatique.
Así, por ejemplo, darles continuamente antibióticos a los animales en las granjas está creando gérmenes cada vez más resistentes. Esto amenaza la utilidad de los antibióticos en nuestro sistema sanitario y amenaza la vida humana, también de vegetarianos y veganos.
La tala de los bosques para cultivar pasto también amenaza la salud de las personas. Los animales salvajes pierden sus hábitats naturales y el contacto con las personas se vuelve más estrecho, con lo que se facilita la transmisión de virus que eventualmente pueden desencadenar pandemias.
España es el tercer productor de porcino a nivel mundial, con el 22% del censo de la UE, y envía a China el 75% de sus exportaciones extracomunitarias. Según la tendencia, esto supondrá un aumento de exportaciones, y serán los habitantes de los municipios afectados por las macrogranjas los que tendrán que lidiar con los regueros de contaminación, así como con la escasez de agua, impactos que también irán en aumento. No se puede obviar que en muchos países europeos se excede en 100 kilos por hectárea la cantidad máxima de nitratos aceptada, y que, por otro lado, el 29% del consumo mundial de agua proviene de la ganadería, algo inasumible en un contexto de desertificación y sequía acuciante en países como España.
La ganadería industrial es gasolina para el cambio climático y veneno para nuestros pueblos. Al igual que nos planteamos la reducción de combustibles fósiles y una transición energética hacia fuentes de energía renovable, es indispensable reducir la producción y el consumo de carne y apostar por la ganadería extensiva, una ganadería sostenible y ética, que resguarda la biodiversidad a la vez que revitaliza, sostiene y vertebra nuestros pueblos”, ha señalado Andrés Muñoz Rico, responsable de Soberanía Alimentaria de Amigos de la Tierra. “A pesar de los graves impactos de la ganadería industrial, en España el Gobierno sigue sin tomar las medidas necesarias para limitarla. Pedimos al Gobierno que tome nota de países como Alemania y Países Bajos, y establezca una hoja de ruta para una transición justa del sector”, concluye el portavoz.
Esto no es de extrañar si se tiene en cuenta que la industria cárnica es un negocio muy rentable que se concentran en pocas manos. Las 10 mayores empresas cárnicas tienen su sede en tan solo cinco lugares: Brasil, EE. UU., China, Japón y la Unión Europea. Para hacerse una idea, más de 2.500 bancos de inversión, bancas privadas y fondos de pensiones de todo el mundo invirtieron un total de 478 mil millones USD en empresas de carne 2015 y 2020. En España, cinco empresas Grupo Jorge, Valls Companys, Carniques de Julia, Cañigueral y El Pozo controlan el 42% de la carne producida
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La demanda global de carne aumenta con el crecimiento económico y demográfico, lo cual genera un grave problema para el clima y el medio ambiente. En 1960 vivían en la Tierra 3.000 millones de personas y, según este atlas, el consumo de carne rondaba los 70 millones de toneladas, con una media de 23 kilogramos anuales por persona.

En 2018, nuestro planeta tenía ya más del doble de habitantes: 7.600 millones de personas. El consumo de carne era de en torno a 350 millones de toneladas, siete veces mayor, mientras que la media había subido a los 46 kilogramos anuales por persona.
Un problema central es la gran cantidad de superficie que necesita la producción de carne. De acuerdo con la Agencia Alemana para el Medio Ambiente, actualmente el 71% de las tierras de cultivo del mundo se utilizan para pasto de animales. Mucho más que a alimentos directamente cultivables (18%), otras materias primas (7%) y a fuentes de energías vegetables, como el maíz utilizado como biogás (4%).
La presión sobre los terrenos cultivables en el mundo ha aumentado con el crecimiento de la demanda de carne. Enormes superficies forestales están siendo taladas para el cultivo de soja para el pasto, por ejemplo, en Brasil. “El 90% de la soja acaba actualmente en los comederos”, opina Unmübig.

Para conciliar la alimentación de la población mundial, detener la deforestación de las selvas tropicales y poder recuperar terrenos para la reforestación, los expertos piden repensar la alimentación para incluir menos carne y más vegetales, que requieren menos superficies cultivables.
Un nuevo menú para el mundo
Johan Rockström, director del Instituto de Investigación sobre las Consecuencias Climáticas de Potsdam, recomienda reducir nuestro consumo de carne anual a unos 17 kilos de media por persona, y el de productos lácteos a 33 kilos. La dieta tradicional de India y muchos países africanos muestra que esto es posible. Mientras tanto, en América del Norte, Sudamérica y Europa se consume hasta siete veces más carne.
Los autores del Atlas Mundial de la Carne no solo muestras las repercusiones de la poderosa industria cárnica, sino que también aclaran su vinculación con la industria química global. Así, las firmas de carne y alimentación dominan cada vez más el mercado del cultivo de pasto, el transporte, la matanza y la comercialización y ponen en peligro de los pequeños agricultores y carniceros.

Acuerdo UE-Mercosur
La publicación muestra como el cultivo de alimento para animales exporta sustancias tóxicas altamente peligrosas (y a veces prohibidas) de las grandes empresas químicas y las utiliza en numerosas regiones. Entre quienes producen y exportan esos productos químicos se encuentran las europeas Bayer Crop Science, BASF y Syngenta, así como las estadounidenses Corteva y FMS. Según Unmübig, el uso de pesticidas ha provocado miles de muertos y por ello “el Gobierno alemán tendría que hacer todo lo posible para que las empresas alemanas no exporten estas sustancias tóxicas prohibidas en la UE”.
Unmübig advierte además que el acuerdo entra la UE y Mercosur es nocivo para América Latina y la Amazonía: “La eliminación de aranceles acabará con los obstáculos para enviar estos pesticidas a Latinoamérica, y se talarán cada vez más partes de la selva amazónica para el cultivo de soja y la producción de carne”.
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