Dejar lindes en los campos de cultivo mejora la producción agrícola y la biodiversidad ( Sembrar flores también)
La configuración de los sembrados influye directamente en la producción y en la diversidad de especies animales y vegetales
Un equipo internacional de investigadores en el que participa el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) ha elaborado una síntesis en la que analizan cómo afecta la composición y configuración de los paisajes agrícolas a la abundancia de artrópodos y la calidad de los servicios que nos proporcionan los ecosistemas. Los datos confirman que, en las áreas donde hay mayor densidad de lindes aumenta hasta en un 70% la presencia de artrópodos polinizadores y más del 40% la de aquellos que controlan de forma natural las plagas. Además en estas zonas dominadas por cultivos con mayor presencia de lindes también se logra alta productividad de las cosechas.
Está comprobado que la agricultura y ganadería intensivas perjudican la biodiversidad, ya que reducen drásticamente el número de especies animales y vegetales. Las que desparecen con estas prácticas son imprescindibles también para producir los alimentos que consumimos. Es el caso de los artrópodos que actúan como polinizadores y también controlan de forma natural las plagas que afectan a los cultivos. En este artículo, que acaba de publicarse en la revista Ecology Letters, han examinado cómo afectan la composición de los paisajes agrícolas -porcentaje de áreas dedicadas exclusivamente al cultivo y hábitats semi-naturales-, y la configuración de esas áreas, es decir, la densidad y longitud de las lindes entre campos, a la abundancia de artrópodos, al control de plagas, a la polinización y al rendimiento de los cultivos.
El trabajo se ha basado en los datos brutos de 49 estudios previos que analizaban 1515 paisajes agrícolas europeos. “Con la medición y análisis de las distintas variables hemos comprobado que los efectos en los diferentes tipos de paisajes no son lineales. Las respuestas varían a lo largo de los gradientes de composición y configuración del paisaje”, explica la investigadora del MNCN Elena Concepción. “En cualquier caso, en las áreas donde hay mayor densidad de lindes, hemos comprobado que la abundancia de artrópodos polinizadores y los controladores naturales de plagas aumentaron en un 70 y un 44% respectivamente. Asimismo, hemos detectado que, en los paisajes con más de un 50% de tierras cultivadas la producción de las cosechas aumentó con la densidad de lindes”, continúa.
Según Mario Díaz, también investigador del MNCN: “Esta síntesis corrobora que favorecer la diversidad en los ecosistemas no solo mejora la biodiversidad sino que aumenta la producción agrícola y la hace más sostenible”.
Así lo corrobora, también, un proyecto llevado a cabo en Reino Unido. Durante cinco años, un grupo de investigadores monitorizó varias cosechas en las que plantaron diversas hileras de flores autóctonas. Las flores se plantaban en el interior del campo, una imagen inusual, y la idea de fondo era sencilla: permitir que insectos locales y predadores pudieran acceder con facilidad a otros insectos que pudieran echar al traste la cosecha (y con ella, la economía del agricultor).
El resultado ha sido positivo. Según se explica en el estudio, las hileras de flores interiores (colocadas estratégicamente a cien metros las unas de las otras) fomentó la llegada de predadores naturalescomo especies de abejas autóctonas, avispas y escarabajos de diversa condición. Al ubicarse en el centro del campo, el radio de acción de los bichos era lo suficientemente amplio como para atacar y devorar a cualquier insecto-peste que encontraran en su camino. Una solución armónica.
El trabajo se realizó a lo largo de un lustro en quince campos separados y repartidos a lo largo del centro y el este de Inglaterra. El éxito del proyecto preliminar ha alentado uno nuevo que se extenderá durante los próximos años. En él, las hileras de flores contarán con alrededor de seis metros de longitud y no acapararán más del 2% de la superficie cultivable. Su utilidad resiste al paso de las estaciones, y permanecen pese al sistema de rotación de cultivos (desde el trigo hasta la cebada).
Tradicionalmente, los campos de flores quedaban lejos o alrededor de los campos trabajados por los agricultores. Desde un punto de vista de la movilidad invertebrada, era una mala idea: pese a que la fauna predadora local podía acabar con pestes cercanas en el extrarradio del cultivo, lo tenía complejo para alcanzar el corazón del mismo (pensemos en un humilde escarabajo y su pequeño radio de acción). Tan revolucionaria (y simple) propuesta como mover los ecosistemas florales al centro parece haber dado sus frutos.
Suiza lleva años aplicando similares soluciones (siempre de forma experimental) en un puñado de cosechas. Allí, los investigadores han utilizado un rango de entre trece y dieciséis especies de flores (como el aciano, el culantro europeo o la amapola) para crear espacios donde los predadores naturales puedan actuar. Los resultados también han sido positivos y, al parecer, han tenido un efecto beneficioso no sólo en la reducción de las cosechas, sino en los ecosistemas locales y en la productividad.
Muchos granjeros y agricultores suizos se pueden acoger a un sistema de ayudas para compensar ecológicamente los cultivos. Ninguno de los proyectos puede, por el momento, eliminar al completo los pesticidas, y en el caso británico uno de los principales retos es acercar a las flores/predadores naturales al centro de las cosechas sin que se vean afectados por los pesticidas. Pero sí han logrado reducir significativamente su uso y avanzan un futuro, quizá, sin tantos componentes químicos.